lunes, 11 de febrero de 2008

Una llamada desde el más allá...

Estando revisando mi agenda del móvil, he ido pasando de nombre en nombre hasta pararme en uno muy concreto: Gerardo Arrufat.

Durante unos instantes he sido incapaz de mover el roller de mi movil, fijando la mirada en ese nombre que "retumbaba" dentro de las órbitas de mis ojos, y mi mente no paraba de evocar mil imágenes a la vez.

La primera, algunas semanas antes de las últimas navidades, fría, contundente, cuando su padre me dijo "Ahí tens al teu amic!", señalando el cubículo tras de cuyo cristal yo sabía lo que iba a ver. Dubitativamente me iba acercando, sin saber si el siguiente paso lo iba a dar hacia adelante o hacia atrás, como si al dar el paso atrás hiciera mayor el tiempo de la realidad que, también sabía, me iba a conmocionar tanto.

No es que fuera la primera vez en toparme cara a cara con la muerte, por mi edad ella se me ha presentado como algo absolutamente irremediable, cotidiano y desesperantemente cada vez más cercana. Primero son personas que no conoces, pero que conocen tus allegados, luego el cerco se va reduciendo a tíos, abuelos, vecinos, hasta llegar a tu padre, pero en cierta forma, parece que esta secuencia tenga una fría lógica y en consecuencia piensas, a todos nos llega, en su momento.

Pero cada vez que asistes a estas despedidas, te sueles dar cuenta de alguien de quien piensas que "no le tocaba", y el cerco cobra una nueva dimensión, hermanos de amigos, a quienes habías conocido, amigos tras una noche de fiesta... y los mazazos se multiplican cuando ves a algún compañero de clase y algún amigo que conocías más.

Gerardo era mi amigo. recuerdo mi primera imágen de amistad, en una autobús, apénas tendríamos ocho años, yendo hacia un campamento de verano. Rápidamente nos caímos bien, pero era una amistad un tanto especial. El rápidamente me hizo una broma que repetía asíduamente: "De Pedro Piedra, y de piedra Bolo", así que al principio me llamaba Bolo.

Cómplices en la música, durante muchos años eramos los "tres de Castilla", junto con Sixto. Hacíamos un buen equipo, y muchas fueron las noches que pasamos hablando de nuestros problemas, de las chicas, de lo que nos gustaba y disgustaba, de nuestros sueños.... cosas de adolescentes.

Pero él siempre tuvo un don creativo especial, y rápidamente aquello se le quedó pequeño, soltó sus alas, y comenzó a volar hacia otras realidades... Aunque desde entonces perdímos contacto, siempre ha significado una amistad perdurable en el tiempo, y cuando nos volvíamos a encontrar, siempre latía aquella complicidad que creamos a nuestros catorce-quince años.

Recuerdo cuando me dijo que tenía un programa en radio9, y la emoción que tuve al oirle y reconocer su forma de hablar, las bromas que hacía y su particular visión del mundo.

Todo esto estalló en mi cabeza cuando le ví a través del cristal, con un gesto impasible, sereno pero ausente. una imágen que permanecerá conmigo hasta el final. Un shock del que todavía no me he recuperado, y que mis recuerdos ayudan a hacerlo soportable, como dicen los psicólogos, cognitivizando la realidad y asumiendola como irremediable.

Gerardo no ha tenido mucha suerte en la vida, creo que merecía mucho más. Y espero que, de alguna forma, haya encontrado algo que le reconforte, de lo contrario no sería justo. ¿Tendrá alguna vez una segunda oportunidad?

No he sido capaz de borrar su teléfono de mi móvil, ¿Tal vez piense que el mensaje de navidad le haya llegado?¿Tal vez espero que me haga una llamada, aunque sea perdida?

Bueno, no hace daño a nadie, y es mi tributo a que su memoria perdurará no sólo en mi mente, sino tambien en mi móvil, cada vez que busque en la agenda le voy a recordar. En todo caso sé que algún día yo también estaré como él, y probablemente donde él, y a lo mejor sabré entonces, porqué no me ha devuelto el mensaje.

¡Hasta siempre amigo!