domingo, 18 de octubre de 2009

Oda al sinsentido.

Dejamos por un momento a Andrés, y hablamos de algo que me apetece en este momento. Un amago de pensamientos, algunos sin sentido, otros con demasiado sentido, pero todos saliendo sólos con voluntad propia hilvanando una trenza de palabras que sólo trasladan un sentir sin sentido, en definitiva.

Me apetece hablar de sensaciones, de estar agusto, muy agusto, de pensar en alguien, de lo que se siente al rozar piel con piel. De recordar el tacto de un cabello hermoso, de unos ojos que al cerrar los tuyos aparecen en tu mente, limpios, profundos y sobre todo muy bellos. Una sonrisa que al aparecer ilumina toda una estancia, con tanto fulgor que no puedes apartar los ojos de ella. Üna sonrisa perfilada con unos labios eternos, marco perfecto de la sonrisa más maravillosa del mundo.

Mirada inquisidora que traslada pensamientos profundos, musa de las canciones más bellas del mundo, y provocadora de vuelcos del corazón cuando se cruza con la tuya. Desesperación por no encontrarla coincidiendo en el tiempo y el espacio, que hace que las ansias por cruzarla se torne en obsesión permanente.

Imagino una ténue luz bañando los perfiles hermosos de un cuerpo vibrante. Una caricia pérfida, maléfica, que, por inocente se vuelve maquiavélica creando una angustia tal por mantenerla que venderías tu alma al diablo sólo por que durara unos segundos más y que mueres cuando finaliza, sin saber si volverás a tenerla.

Momentos sutiles, efímera eternidad que dura un suspiro, sin tener núnca un final, sin comenzar jamás y acabar siempre demasiado pronto. Siempre suspirando por un segundo más, siempre suspirando por una caricia más y nunca deseando el mal ajeno. Seguridad de que el momento es único, y no se volverá a repetir jamás. Esperanza de que no se repita y muerte si se repite. Bella muerte y el resurgir de la piel. Deseada muerte sin salvación posible.

Sentimientos diluidos en pensamientos, raciocinio que delata el ansia por conocerlos y la seguridad de ignorar lo que se debe conocer. Certeza de la inocuidad del tiempo que separa la viveza de la fortaleza, la ternura de la pasión, lamentos ahogados que cobran fuerza retumbando en la mente, en el corazón, y deseos que se vuelven esperanza y desesperanza a la vez.

Al final, un nuevo comienzo, leve inicio del torrente emocional en que se convierte un arroyo hilado con agua reciente que va a llegar al mar eterno. Se perderá en las corrientes del tiempo buscando su realidad y olvidando que las piedras de su lecho toman forma con la fuerza de su ímpetu. Caprichoso el azar que mantiene las piedras en el lecho, mientras el agua sigue, ajena de su existencia, descubriendo nuevos lugares más bellos si cabe en los que dejar su huella, impronta de una mariposa que se aleja para no volver.

Siempre quedará el recuerdo, la impronta en la piel, la inperceptible ligazón del sentimiento que flota en el momento y se difumina al encontrar otro interés más apetecible, desapareciendo como una bruma al aparecer los primeros rayos de sol. ¿Volverá a a aparecer al anochecer? Espero que no, y que sí. Moriré si no aparece, me matará si aparece y no existiría si nunca hubiera venido. Pero seguro que un día se irá para no volver, y ese día seremos cadáveres libres.

2 comentarios:

MERE dijo...

Vaya, eres capaz de escribir esto y no eres capaz de escribirme una canción?.

Pedro Castelló dijo...

Me alegra que te haya gustado. El problema de estas cosas es que no decides lo que sale, y a veces salen palabras, y a veces melodías, pero todavía no he conseguido hilar ambas. Espero que algún día lo consiga. ¿Sabes que pasa? que la creatividad está muy ligada al sufrimiento y es más fácil crear cuando necesitas echar pensamientos hacia afuera para desahogarte, salvo algunas elucubraciones puntuales como esta, que tiras de recuerdos, como cuando nos conocimos. Cuando eres feliz y estás muy agusto, no tienes necesidad de desahogo y entonces no sale....